
Crónica por Marilú Martínez Flores | Connexiones Portal de Noticias
Dos virtudes Teologales. Hábitos infundidos por Dios en la inteligencia y voluntad del hombre para orientar sus acciones hacia Dios mismo, en esta ocasión: esperanza y caridad representadas como dos mujeres, una con un ancla en la mano y una mano en el pecho, la otra con un cáliz en la mano izquierda; ambas colocadas en los extremos de un arco de medio punto en la fachada de la Iglesia en el municipio de Cuapiaxtla, Tlaxcala.

La iglesia es un templo construido en el siglo XVII, la puerta atrial nos da la bienvenida al Viacrucis y la Semana Santa en abril 2025 a cinco comunicadores que por primera vez habíamos cedido, con gusto y buen ánimo, a realizar la cobertura en el aquel municipio del oriente del estado de Tlaxcala.
A lo lejos se escucha el ruido del Viacrucis, los cinco reporteros caminamos hacia calles posteriores a la Iglesia del lugar, que está ataviada con ramas de álamos, papeles de estilo crepe y china en color morado que la adornaban, una costumbre que es muy común durante la vigilia en la zona.
Llegamos a la décima cuarta estación: El cadáver de Jesús puesto en el sepulcro, lo representa una imagen puesta en una cruz mediana colocada en el primer nivel del altar conformado por tres escalones, cubiertos por un mantel morado, de base un mantel blanco ornamentado con germinados de trigo que representan la esperanza y la renovación de la vida incluye la colocación de naranjas simbolizando la amargura de la Virgen además de la esperanza de la resurrección.
La atmosfera del lugar era de fe, de esperanza, de reflexión entre los «individuos que cuidan los montes», como se refieren a los oriundos de Cuapiaxtla, la cual contrastaba con los vendedores de frituras que encabezaban el recorrido del Viacrucis; pocos minutos antes de que llegara hasta nosotros el Cristo escogido para este año, observamos a vecinos que muy apurados sacaban fruta (naranjas, melones y sandias), botellas de agua, tortas en una mesa igual cubierta de blanco y adornada con tela morada, de fondo una gran lona blanca que decía: “Jesús es puesto en el Sepulcro”, los adornos fueron hechos a base papel de china, y las frutas se disponen con el objetivo de compartir a los participantes después de recorrer las catorce estaciones. Y así llegamos a la estación decima quinta “Jesús Resucita glorioso del sepulcro”.
Al caminar al encuentro con el Viacrucis, encontramos tres caballos, a cuestas tres hombres con atuendo de soldados Romanos, uno de ellos lleva un estandarte con las iniciales SPQR («Senatus Populusque Romanus») que se traduce como «El Senado y el Pueblo de Roma. Son las siglas de la frase latina que representa el gobierno de la antigua Roma.
Los golpes del látigo en la piel, se escuchan desde lo lejos, la gente a los lados; aparece Dimas, un sujeto de mediana estatura, con una túnica rústica en una sola pieza hecha especialmente para la ocasión debajo de la rodilla, con las manos atadas a un tronco mientras el verdugo lo latiguea, el calor del sol es implacable su rostro es de paz, de enfoque, el verdugo no repara, no vacila, lo golpea, el verdugo con una túnica en negro, sandalias, un Shemagh ó pañuelo en tono negro, la cara curtida por el sol, no repara solo se enfoca en infringir dolor, el actor resignado sigue la caminata en el Viacrucis
El otro ladrón Gestas su rostro denota dolor, desesperación, ansiedad, el peso del leño que lleva a cuestas lo agobia más, se detiene por lapsos, cierra los ojos, trata de buscar algo en su interior, se nota que no conecta, no vincula las emociones y los dolores con algo que lo lleve más allá, hacia la fe, la paciencia, se desespera, cierra los ojos, “proyecta que quiere que esto termine” el verdugo es implacable, lo acecha, lo persigue, lo flagela. Gestas cierra los ojos, se fuga.
Entre la multitud de soldados, verdugos, mujeres dolientes, otros penitentes y los mirones, aparece el personaje principal: Cristo, representando por el joven Brayan Martínez, con una túnica rústica en color crudo, a su lado, dos verdugos con túnicas y el Shemagh en color negro, la cruz a cuestas, justo atrás los personajes de María y Juan, los doctores de la Ley… los latigazos no ceden.
Brayan Martínez quien interpreta al protagonista, tiene un rostro sereno, cansado, se ha preparado durante meses para el suplicio, es un honor interpretar al Mesías: Jesús de Nazareth, su espalda ya no tiene su color natural de la piel, esta roja, morada partes muy obscuras por los golpes, su respiración es rápida, lo siguen los personajes de María y Juan.
María con una indumentaria en blanco y negro, Juan en verde olivo y blanco, el rostro de la mujer que interpreta a María es de sufrimiento, llora, está metida en el personaje, se ve que sufre con cada golpe, cada parada; por su parte el actor que la hace de Juan tiene la cara endurecida por el dolor, es evidente que la preparación de los personajes llevó tiempo en el ámbito espiritual, la viven, ambos del brazo simplemente lo siguen.
Para estos momentos del día, la sangre empieza a traspasar la tela de la túnica de Brayan Martínez, la sangre le corre por la cara, la corona de espina está más abajo, el peso aumenta con el cansancio y con el dolor.
Detrás de ellos caminan los feligreses, la mayor parte de la gente lleva la imagen del Señor de las Tres Caídas y a la Virgen María vestida de luto; en la parte de atrás, ya en la penúltima estación, aparecen unos niños vestidos de ángeles, vestidos de blanco con grandes alas y descalzos: Caminamos un poco más y concluye con la última estación del Viacrucis, las personas siguen su camino y entran a la iglesia de Cuapiaxtla a postrarse ante los santos que ahí moran.
La representación católica continúa, a unos metros de distancia aparece una escenografía semejante a la de un palacio, con el emblema de un triángulo y dos espadas a sus costados, 5 personajes están dentro de la escenografía, el portón principal es de barrotes de hierro, cuatro hombres y una mujer esperan, sentados en medio de ellos una mesa con fruta fresca.
Para el grupo de Semana Santa en Cuapiaxtla, la representación más antigua en Tlaxcala, según su versión es la única que hace el acto de “La negación del agua”, no es una estación o evento reconocido en muchas de la representaciones del viacrucis en esta parada, Cristo pide agua, una de las mujeres piadosas lleva un jarro de barro lleno de agua, uno de los verdugos con el látigo rompe la vasija, esa es la escena “La escena de Verónica”, un pasaje no canónico que no se encuentra en los relatos evangélicos, pero ha sido incorporada a la tradición, Verónica ó Serafía en la que ofrece un paño a Jesús para que se limpie el sudor y la sangre y otras mujeres se le acercan, al contacto del paño con el rostro de Jesús se impregna, los verdugos corren a latigazos a las mujeres que se acercaron.
El acto que hizo Verónica refleja la compasión, el alivio al sufrimiento, las mujeres que se acercan y que terminan algunas azotadas por los látigos es un acto de amor, empatía y compasión.
El Jaguey a la orilla de la población es una especie de teatro al Aire libre y ahí se dispone el Cerro del Calvario, la gente empieza a llegar y acomodarse en la parte baja, mientras que en la parte alta están los personajes, se empiezan a escuchar Las 7 palabras dichas por Jesús en la cruz según la tradición dichas por una mujer parte del grupo del viacrucis.
Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.»
«En verdad te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso.»
«Mujer, he ahí tu hijo.»
«Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?»
«Tengo sed.»
«Todo está consumado.»
«Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.»
Le dan tregua a los personajes, algunos se tumban al suelo exhaustos, mientras los del staff del Viacrucis arman las cruces, las suben con cuerdas, a lo lejos en un árbol de capulín se ve que Judas ha muerto, se ha colgado llevado por la culpa.
De pronto se hace un silencio, pero de fondo se escucha “Si hubiera estado allí, entre la multitud, que tu muerte pidió, que te crucificó, Lo tengo que admitir, hubiera yo también, clavado en esa cruz tus manos, mi Jesús, si hubiera estado allí” canción de Jesús Adrián Romero.
Se perturba este ambiente de contemplación, intempestivamente entran junto a las cruces un grupo de paramédicos de Cruz Roja y de protección civil de Cuapiaxtla, es Miguel Valencia quien interpreta al personaje de Gestas, es hipertenso, está deshidratado, lo atienden los paramédicos, no responde y los suben a la camilla para ser trasladado al Hospital General de Huamantla.
¡Nos sorprende a todos Gestas el ladrón! Lo suben a la cruz, se ve fresco, con renovadas fuerzas, se ve muy bien, estamos sorprendidos hace unos minutos había salido en camilla, nos dicen despacio, casi susurrando que el personaje que está en la cruz a la diestra ¡es el hermano gemelo! El otro ya estaba rumbo al hospital.
Para cerrar el acto los soldados del imperio se reparten las vestiduras, Jesús entrega al apóstol Juan con María su madre; un soldado Romano ofrece a Jesús una esponja empapada en vinagre sujeta a un hisopo, para aliviar su sed en la cruz (Juan 19:29). Este acto, aunque aparentemente simple, adquiere un significado simbólico que se convierte en una prefiguración del sacrificio de Cristo.
La esponja representa el cuerpo de Cristo, el hisopo, el instrumento que lo entrega, y el vinagre, la amargura de su sufrimiento.
Jesús es traspasado por una lanza, así concluye la representación número setenta y tres del Viacrucis en Cuapiaxtla, Brayan Martínez sonríe, está repuesto, se toma fotos junto a otros personajes, lo entrevisto, le pregunto ¿Cómo estuvo el camino del viacrucis? Me responde que la fe lo mantiene activo, no le duele nada, que fue un año de preparación física, mental y espiritual, me muestra su espalda, tiene un color negro por el color de la sangre al pasar el tiempo, está feliz ¡simplemente ha concluido!.


